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Como Marta, en la Iglesia queremos ser con sencillez y humildad, esa “Betania” donde Jesús es esperado y acogido.

Siguiendo la intuición de nuestro Fundador, vivimos en el mundo contemporáneo como mujeres que, contemplando el misterio de Dios, lo guardan en nuestro corazón y lo dan a nuestros hermanos y hermanas donde el mismo Señor nos ha llamado a servirle.

Con una caridad que abarca todos los lugares y todas las personas sin distinción, y que está abierta a las múltiples necesidades de la Iglesia universal según los signos de los tiempos.